lunes, 25 de mayo de 2020

LA INOLVIDABLE NOCHE DE GALÍNDEZ.


HERIDO, SANGRANTE, LESIONADO, CASI CIEGO . . . ASÍ LE GANÓ A KATES, ASÍ SE CONVIRTIÓ EN ÍDOLO.



Edición de la Revista El Gráfico N° 2955 del 26 de mayo de 1976.




Yo he visto mil muecas espantadas por el horror cuando su sangre comenzó a bajarle por la cara como una vertiente sin destino.
 Yo he visto a su hermano arrodillarse en el césped del Rand Stadium pidiéndole a Dios su piedad infinita, a otros humanos tapándose el rostro para ampararse en la ceguera, a cientos de mujeres con la boca abierta y el rostro transparente por la palidez del miedo, a sus amigos en el rincón sudando la desesperación, a los periodistas temblar buscando una explicación.
 Yo he visto la noche del 22 de mayo de 1976, aquí, en Johannesburgo, cómo un campeón mundial, herido, casi ciego, maltrecho y furioso cambiaba el destino de su vida por la única e invencible razón de los hombres: LA FE.
 Después que Richie Kates le chocara la cabeza abriéndole una herida profunda en forma de “L” sobre el arco superciliar derecho, Víctor Galíndez había terminado su reinado. Si el referí Stanley Christodoulou hubiera aplicado el reglamento, las tarjetas computadas hasta el momento decretarían a Kates como ganador. Si el médico de la Comisión de Transvaal, doctor Clive Noble, se hubiera impresionado como las 42.125 personas que estaban en el estadio, el dictamen sería el rotundo basta, que cerraba el capítulo. Si Tito Lectoure hubiera vacilado un solo instante dudando del coraje de Galíndez, una toalla habría dicho adiós.
 Pero esta noche – esta histórica noche – TODOS SE PUSIERON DE ACUERDO PARA DARLE A GALÍNDEZ LA ULTIMA CHANCE. Por distintos caminos, sobre distintas pautas y con diferentes argumentos, un referí, un médico y un manager le dieron la posibilidad para que Galíndez cruzara la frontera hacia la grandeza.
 El referí dijo: FUE ACCIDENTAL, SI NO SIGUE PELEANDO PIDO LAS TARJETAS.
 El médico dijo: LA HERIDA ES PROFUNDA, PERO NO GRAVE, PUEDE SEGUIR UN POCO MÁS.
 El manager (Lectoure) dijo: SI PARAMOS NOS QUITAN LA CORONA, NO HAY MÁS REMEDIO QUE SEGUIR.
 El boxeador, después de tres minutos de interrupción en aquel dramático tercer round, dijo: “ME DUELE, NO VEO NADA, PERO DE AQUÍ ME BAJAN MUERTO, AJUSTEME LOS GUANTES TITO. . .”
 Y la historia comenzó a cambiar desde el momento en que el campeón – a partir de hoy, muy buen campeón – apretó los dientes, disimuló las lágrimas de dolor con la sangre de la herida y comenzó a transitar con frenético estoicismo la meseta que sembraba su ilimitaba coraje.
   Hasta allí, una pelea: la izquierda de Kates sustentando la distancia propicia para dominar el ring y la pelea. Una estructura vertical que esterilizaba las intenciones ofensivas de Galíndez y un desplazamiento de mínimo gasto físico que le permitiría estar siempre en posición de descarga con un elegante estilo de peleador sutil, fino. Ventajas para Kates y panorama expectante para el campeón.
 Desde el cabezazo en adelante, otra pelea. Galíndez al ataque contra el rival, la herida, el tiempo, el médico, el referí y sus fuerzas. Entre el cuarto y el séptimo round, aquellas miradas de horror se transformaron en vivos mensajes de admiración. La gente se levantaba de sus asientos y todo el estadio – menos el sector alto y lejano poblado por negros – comenzaron a gritar: “Vic – tor, Vic - tor” con ese sonido extraño y emocionante de la fonética. Si esto se hubiera gritado en “argentino” y en Argentina, el coro sonaría cálido y contagioso; gritado en inglés o afrikans (idioma local) era una plegaria sobrecogedora. A medida que Galíndez agrandaba su imagen bajo una máscara de sangre que teñía todo de rojo a Kates parecía achicársele el corazón. Lo del 4° asalto fue excepcional: sin ver más que un bulto movible empezó y terminó tirando golpes. No me pregunten qué golpes eran, no lo sé, ni podría precisarlos. Eran golpes, yo creo, de un león herido. En el 5º, Kates intentó retomar una línea de calma sin prestarse a la pelea frontal y fue desbordado. En el 6º terminó “groggy” alcanzando por una izquierda en cross después de haber recibido no menos de seis ganchos a la zona abdominal y en el 7º, como obre de un milagro, después de una tunda, la campana salvó a Kates del nocaut ya que el referí, en el mismo rincón del argentino, le contó 9 segundos de caída efectiva al retador de Nueva Jersey.
 Esta noche todo se prestaba para que Galíndez alcanzara en su quinta defensa la consagración definitiva. Primero fue autorizarlo a seguir cuando en cualquier ring del mundo le hubieran parado la pelea después de recibir el cabezazo. Más tarde fue esa caída de Kates coincidiendo con la campana para que el triunfo fuera menos “fácil”. Y por último el nocaut – ya llegaremos a eso – cuando faltaban doce segundos para terminar la batalla. (Fue una batalla, más que un match de boxeo.)




                                                Los títeres de aquel infierno.

Al iniciarse el 8º round me sentí superado. Sabía que no podría volcar todo cuanto allí pasaba con proficuidad descriptiva. Quería anotar cosas y mi mano derecha parecía crispada. Quería ver todo y los ojos no me alcanzaban. Quería escuchar al ámbito y alrededor de mis oídos todo se tornaba ululante, uniforme, de un mismo carácter. Es más, en un momento me pareció vivir el sueño sublime de un crítico de boxeo frente al acontecimiento ideal para novelizarlo. Una pelea dramática con todos los matices. Situaciones cambiantes. El campeón herido que parece perdido y va remontando, el duende de una instancia – la lesión – que hace incierta cualquier perspectiva. Un referí bañado con la sangre de los boxeadores, un público excitado, un reloj demasiado lento para indicar el final de la epopeya y demasiado rápido para humanizar los descansos.
 Veo, aún, el dedo índice de Lectoure penetrando en los tejidos abiertos de Galíndez para untarlo con una vaselina coagulante norteamericana que formaba una capa excedente. Veo también las manos de Cuellito resbalando a toda velocidad sobre las piernas del campeón. Fijo la prematura del profesor Russo vaciando litros de agua helada sobre la nuca y los órganos genitales. Los gritos de Bianchi, la histeria de Roberto, la preocupación del doctor Paladino, que subió varias veces al rincón y llevó desde el hotel la caja de cirugía en previsión a este accidente. Pero no es todo: del otro lado, en perfecta diagonal, los esfuerzos por reanimar a Kates son igualmente desesperados. Joseph Granby le hace aspirar sales que parecen penetrarle hasta los sesos. Tony Coccaro, el manager, hace flamear la toalla, como si no alcanzara el viento de la noche para que los pulmones de Kates recibieran oxígeno. Y John Middleton, accidentalmente ayudante que en las dos veces anteriores asistió a Galíndez, aprieta la bolsa de hielo contra la cabeza mota de Kates produciendo un shock de vapor, como el de una plancha caliente sobre un paño frío, pero al revés. Mientras trato de retenerlo todo, repaso al árbitro en un rincón neutral: sudoroso con la camisa blanca casi rasgada y las mangas, los hombros y los puños teñidos de rojo. De las tribunas parece venir el viento transformado en murmullo, de las butacas emerge el vapor de la histeria, en la lona muere el sudor del sacrificio. Pienso, mientras suena la campana del próximo round; ¡que caro es el precio del triunfo! ¡qué difícil la ambición de ser campeón!

                                   Cómo ganan los campeones.

En esta noche de gloria para Galíndez no sabe la posibilidad de una pausa para determinar pautas técnicas. Genéricamente ganó porque fue hombre y campeón. Ganó sintiendo la pelea como una actitud frente a su futuro sabiendo que se jugaba algo más que un resultado: LA TELEVISACIÓN LE SARIA LA POSIBILIDAD DE MOSTRARSE EN TODA SU DIMENSIÓN PARA IMPONERSE AL PÚBLICO. Desde que le ganó a Len Hutchins en Buenos Aires, el campeón no tuvo posibilidades de conquistar a la gente. Después de Hutchins se habló más de la internación de su rival que de su triunfo; después de Fourie quedaron críticas escritas y habladas, pero no vivencias pues no se vieron en Argentina ninguna de sus dos peleas; contra Ahumada, a quien había vencido por nocaut tres vedes, apenas si le ganó por puntos en Nueva York sin aportar nada. De sus últimas dos peleas ante Skog en Oslo y Burnett en Copenhague es poco lo que transcendió. Esta era la noche en que Galíndez se consagraba o se hundía. Estuvo a punto de hundirse en el tercer round, cuando la lesión habría terminado o un triunfo por descalificación inexpresivo o una derrota por puntos lapidaria. Fue triunfo al mejor estilo de los buenos campeones. Porque después del 10º round el verdadero rival era la herida y no Kates que, tambaleante, absolutamente groggy, volvió al rincón al finalizar el 9º tomándose de las cuerdas sin fuerzas en sus puños ni en su corazón. Cualquier especulador, con el público y las tarjetas a favor, habría aprovechado para manejar la pelea y no para de pelear. Galíndez, en cambio, con sus ultimas potencias, siguió jugándose en procura del nocaut. Pudo ser en el 10º después de un gancho al hígado combinado con un cross de derecha a la cabeza; pudo ser el 14º con un uppercut de izquierda abajo. FUE EN EL 15º, en un MOMENTO EN QUE TODOS JUEGAN, MIRAN EL RELOJ, BUSCAN AMARRARSE PARA TERMINAR O CAMINAN HACIA ATRÁS BAILANDO PARA IMPRESIONAR AL PUBLICO Y LOS JURADOS DEMOSTRANDO ESTAR EN BUENAS CONDICIONES FÍSICAS. Galíndez ensayó, sobre el final, un golpe que había practicado mucho en los últimos meses: el directo de izquierda de abajo hacia arriba. Un golpe de largo recorrido, que va con la carga del hombro, el apoyo del pie izquierdo, el acompañamiento del torso y totalmente suelto, como quien pega contra una columna cercana caminando por la calle. Así tomo a Kates en la definición. Proyectando hacia adelante, como quien tira la mano para tomar distancias. Llegó plena al mentón y Kates cayó de espaldas a través de toda la dimensión de su cuerpo con los ojos cerrados, una respiración y semiabiertos en cruz, la boca entreabierta y gesto quejoso. Mientras Christodoulou le contaba, Galíndez, consciente de que Kates no se levantaría, comenzó a festejar el triunfo con frenéticos movimientos. No será una burla a su adversario, era la celebración del autodesafío ganado.
 Sobre el cuerpo vencido de Kates, el campeón Galíndez apoyaba con seguridad de sus pies en un pedestal que él mismo está construyendo. Los tiempos futuros dirán si esta sangre viril que quedó en el ring de Johannesburgo ha servido para que la historia del boxeo le reserve un lugar.
 Los sesenta metros que recorrimos entre el ring y el camarín fueron el epílogo de una noche inolvidable. Los sudafricanos llevaron a Galíndez en andas, luego que el locutor dijera en medio de un profundo silencio: “En la pelea más fantástica de todas cuantas hayamos visto en Sudáfrica, Víctor Emilio Galíndez, retuvo su corona por nocaut en el 15º round”.


 Yendo detrás de la caravana, entre apretujones y vítores, volví a sentir aquella extraña sensación de la impotencia periodística para contarlo todo sin apelar al manual de adjetivos pegajosos, exitistas, pesados. Yo quisiera terminar sin hablar de grandiosidades ni estoicismos. Le cuento esto: al salir del estadio miles de personas lo esperaban para felicitarlo emocionadamente. Le decían cosas como: “Aquí te queremos, Víctor” o “Tú eres un gran campeón”. Bajé la cabeza, me emocioné, me sentí orgulloso. Y pensé que, en Argentina, miles de argentinos, sentían lo mismo que yo. . .


                                                                                              Robinson.

sábado, 11 de abril de 2020

Cuando Boca y River pudieron haber jugado en las Islas Malvinas.


Pudo haber sido una locura, más tomando en cuenta el momento que se vivía en el país. La primera vez que ví esa tapa quedé perplejo; con el tiempo llegó a mis manos y hoy forma parte de mi colección.
En los primeros meses del año 1982 se vivía un gran fervor en el pueblo con el apoyo a la declaración de guerra a Inglaterra por las Islas Malvinas.
La (ahora extinta) Revista Goles puso en tapa un hecho – tal vez – sin precedentes que tituló: “¡Superclásico en Malvinas!” y en la foto, Eduardo Omar Saporiti abrazado a Carlos Córdoba y detrás un mapa de las Islas Malvinas.
La primera página, generalmente con una nota editorial comenzaba de esta manera que aquí se reproduce:
“Con el más profundo sentir nacional”
  ¡Superclásico en Malvinas!, decimos en nuestra portada. Es un deseo madurado en la intimidad de nuestra redacción y trasladado a las máximas autoridades del Club Atlético Boca Juniors y del Club Atlético River Plate, donde la iniciativa fue muy bien recibida. El deseo no se contradice con la difícil situación actual ante la injustificada medida de los invasores británicos a los defensores argentinos en las Islas Georgias del Sur.
 Nuestra portada, impresa con anterioridad a los hechos bélicos, pretende reflejar la unánime adhesión de todos los sectores de la vida argentina a la gran gesta del 2 de abril de 1982; y es una prueba del anhelo ferviente de todos los argentinos de mantener la Soberanía Nacional en todas las islas del Atlántico sur. Eduardo Saporiti, por River, y Carlos Córdoba, por Boca, simbolizan la unidad del fútbol ante la gravísima agresión británica con respecto a nuestro territorio. Son dos argentinos que representan a todo un país y, pese a las casacas, sin distinción de banderías.
 Evidentemente, este es un domingo distinto. La redacción se agrupa ante la radio – a todo volumen – instalada en la oficina de la Dirección. Existen, en verdad, pocos comentarios de cada partido. Sólo la necesaria e imprescindible pregunta de: “¿Cuánto hay?”, inquiriendo sobre el espacio disponible para cada nota. Las demandas más concretas se efectúan sobre la situación de las Georgias del Sur. El tema gravitante del momento. Mientras estamos redactando el texto, nos llegan, Radio “Rivadavia” mediante, las informaciones sobre el conflicto y, en realidad, la mente no logra obtener la imprescindible concentración que un editorial requiere.
 Con toda la importancia que el fútbol, el periodismo y el deporte – en general – nos merecen, la sensibilidad de argentinos repercute con mpas fuerza ante la difícil circunstancia.
 No podemos escribir con los dedos y a la vez prestar atención con los oídos, sin interferir cada uno de los temas, que evidentemente tienen un punto concreto e indivisible: nuestro corazón de argentinos. Deseamos, a través de GOLES, concretar el primer enfrentamiento entre Boca y River en las Islas Malvinas. Cuando el grave conflicto actual se solucione y la bandera nacional flamee en paz en toda la extensión austral, consolidaremos, con la adhesión invalorable de los citados clubes, de las Fuerzas Armadas nacionales y de Radio “Rivadavia” el gran operativo futbolístico.
 Por el momento, entonces, nos queda esperar la finalización de estas desmesuradas e ilógicas agresiones inglesas, que no tienen derecho alguno ganado en el campo de la historia, de la legitimidad y la conciencia. Y que sólo radican su valor en la fuerza militar. Los tiempos del colonialismo ya han terminado. Así lo manifestaron claramente las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos. Por eso, la Argentina, dueña de los más claros y precisos derechos sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del sur, deben esperar confiada las resoluciones de los más altos organismos internacionales. Con fe en nuestras Fuerzas Armadas, con ánimo creciente en los valores supremos de Dios y la Justicia, aguardaremos los próximos acontecimientos que correlativamente también tendrán su consecuencia en el ámbito deportivo.

Esta edición – n° 1739 – salió a calle el día martes 27 de abril del año 1982; dos días antes, se había jugado una nueva edición del Superclásico en la cancha de Boca, partido que terminó 0 a 0 con Jorge Gordillo, defensor riverplatense, como figura sobresaliente de aquel encuentro.
Cada equipo tenía sus urgencias. Boca sin Maradona y River sin Díaz y Kempes.

Pero vamos a hacer hincapié en los dos jugadores que fueron protagonistas de esta singular tapa:

“La verdad la tiene Argentina”

Carlos Córdoba y Eduardo Saporiti, ambos marcadores de punta, ambos con varios años jugando en la primera, ambos mencionados entre los aspirantes al ingreso a la Selección Nacional. Uno, Córdoba, se lastimó en Chile durante el amistoso que Boca jugó con la selección trasandina el martes pasado:
-         Yo quería jugar a toda costa, pero no pudo ser. Me quería infiltrar y jugar rengo, aunque sea. Un Boca – River siempre es algo especial. Pero no pudo ser, el doctor Madero no afloja y no quiso que entrara, me dijo que si jugaba podía ser peor. Creo que tiene razón, pero es una lástima.
 El otro, Saporiti, fue el nuevo “dos” de River, un puesto eternamente discutido desde el alejamiento de Roberto Perfumo: Pavoni, Lonardi, De los Santos, Tarantini, Giúdicce, Russo,…Saporiti.
-         Este debe ser mi octavo clásico, supongo. El primero que me tocó de dos. En este puesto no juego desde el ´77, creo. Asi que fue un puesto nuevo para mí. Acepté porque pensé que podía, porque me tenía fé, a pesar de que hice apenas un par de entrenamientos.
-         - ¿Tenían todavía la idea de la selección?
-         Yo estuve entre los cuarenta, no tenía muchas ilusiones, sinceramente. No quería hacérmelas, por otra parte (Saporiti).
-         Yo lo tenía claro: mi mejor año fue en el ’81. Si no me llamaron entonces, no veía por qué me iban a llamar ahora, a pesar de los rumores que decían que podía ser (Córdoba).
-         Vos ahora tenés otra preocupación, ¿no?
-         ¿La del pase?
-         Si.
-         Sí, vamos a ver. Guillermo Cóppola me dijo que hay posibilidades en España. El Zaragoza era el primero, pero no saben porque tienen a dos argentinos, Valdano y Barbas, y yo sería el tercero. Dicen que van a permitir tener tres extranjeros por equipo, pero no podrán jugar más de dos cada partido. Vamos a ver. . . después está el Español de Barcelona (Córdoba).
-         Y vos, ¿Eduardo?
-         Y. . . nosotros andamos más o menos como Boca. Todavía con el problema de quién va a pagar lo de Peñarol, y con problemas en el equipo. . . los pibes no pudieron asentarse. . . hubo muchos nervios. . . yo cuando podía les decía que se tranquilizaran, que se borraran de la cabeza los reproches y las críticas. . . si no tenés experiencia, esas cosas te empeoran, te ponen más nervioso y no agarrás una. . . pero contra Boca el equipo levantó, por lo menos metimos más situaciones de gol que ellos. . . (Saporiti).
-         ¿Te das cuenta, Carlos que este pudo haber sido tu último clásico?
-         Si, por eso quería jugarlo. Parece que los clásicos no son los de antes, pero siempre son los clásicos. Bueno, yo pensaba que a éste iba a venir menos gente, en especial de River. Porque la de Boca siempre va (Córdoba).
-         Un Boca-River es especial, siempre. Aunque haya solamente la hinchada de Boca, aunque griten solamente los de Boca, porque uno escucha los gritos y lo siente de una manera especial (Saporiti).
-         Anduviste bien de “dos”, Eduardo. . .
-         Sí. Me tenía confianza y el técnico me apoyó mucho, me habló como si fuera Stielike, el del Real Madrid. Me sorprendió que Boca no tirara más centros, porque yo de cabeza no voy muy bien. Estoy contento, demostré que puedo (Saporiti).

Les hacemos la última pregunta: ¿Jugarían un clásico en las Malvinas? Se quedan pensando un momento, se miran. . .
-         Si, por supuesto. Para mí sería un orgullo y una satisfacción enorme salir a jugar un clásico contra Boca en Las Malvinas, pisando un suelo que por tantos años soñamos que fuera nuestro (Saporiti)
-         Lo mismo pienso yo. Nosotros tenemos la verdad y pienso que ése podría ser nuestro mejor aporte (Córdoba).

En dos recuadros aparte, los referentes políticos de cada club decían lo siguiente:

Dr. Martín Noel.
“Boca jugará en Malvinas”.

Veo con gran agrado la posibilidad de realizar un partido entre Boca y River en las Islas Malvinas. Más aún, creo que es un deber patriótico de parte de nosotros, los dirigentes, contribuir en la medida de nuestras posibilidades a todo aquello que sirva para alegrar a nuestros valientes soldados que se encuentran en esas islas argentinas. Descontando la trascendencia periodística mundial que tendría este episodio deportivo, dada la gran popularidad de Boca y River en el ámbito entero. En lo personal, ya manifesté desde el primer instante mi total identificación con lo actuado por las Fuerzas Armadas en todo lo relacionado con la recuperación de nuestras Islas Malvinas. Si existen las condiciones necesarias para jugar allí este partido, será una inmensa emoción, que este clásico del fútbol argentino, se realice en nuestras Malvinas, bajo la bandera argentina. Allí estaremos. Tendré una profunda alegría y una inigualable emoción.

Dr. Jorge Kipper.
“River estará presente”

Sería para mí, una profunda emoción y alegría el poder asistir a un partido River – Boca en las Islas Malvinas.
 Considero que los clubes de fútbol deben desarrollar una intensa labor social y cultural, además de la deportiva y estar permanentemente al servicio de la comunidad. En este caso, una forma de prestar servicios al país, y a la comunidad consiste en apoyar totalmente la idea de llevar a los jóvenes argentinos que están en el Sur argentino ofreciendo sus vidas en defensa de nuestra soberanía, la realización de este siempre impactante partido. Todo cuanto esté a mi alcance para este fin, habré de realizarlo. Estaré allí junto a mi familia.


martes, 24 de marzo de 2020

LA SELECCIÓN ARGENTINA Y LA GIRA DE 1976.


A comienzos de marzo de 1976, la Selección Argentina, dirigida por César Luis Menotti, iniciaba una gira por tierras polacas y húngaras.

El sábado 20 se enfrentó a la URSS, partido en el que ganó por 1 a 0 con gol de Mario Kempes. Aquel partido fue recordado por  Hugo Gatti atajando con el gorro de lana y los pantalones largos. Para el miércoles 24 estaba pautado el partido frente a Polonia, pero claro, en los comunicados de la Junta Militar, se indicaba que estaban prohibidos los espectáculos, transmisiones y programas televisivos para dicho día. Sin embargo, la Junta, sostuvo que el partido de la Selección Argentina sería televisado.


Foto que apareció publicada en la Revista Goles.

Vale el recuerdo de René Houseman sobre el momento en que los jugadores recibieron la noticia del Golpe de Estado:
“El recuerdo más fuerte que tengo de la gira del ’76 es la tristeza que teníamos todos los jugadores por lo que estaba sucediendo en el país”.
“Creo que nos enteramos después del partido. La noticia empeoró el ánimo del vestuario y de todos. Si llegó una orden desde Argentina para continuar con la gira, la verdad es que no me enteré”. (Nota Página 12 – 24/03/2006)


 A continuación, brindamos la cobertura, de esos dos partidos, que hizo César Volco para la revista Goles.

Alineación del equipo argentino.


ARGENTINA ASOMBRA A EUROPA.

Aquello que dio resultado en Kiev, esperar, aguantar, defenderse y salir en contragolpe, se dejó de lado en Polonia. Por varios motivos de fundamental importancia para Menotti:
1-   Polonia había visto el partido anterior y el DT pensaba que iba a atacar con todo, en la convicción que ese había sido el camino que más resultado le dio a la URSS.
2-   No podía jugar con cuatro volantes, porque eso presuponía dejar los andariveles de las puntas libres para los arranques de los marcadores laterales. Con Scotta (al que además le daba su oportunidad según comentamos en recuadro aparte), Luque y Kempes conjuraba en parte esa situación y tenía contragolpe.
3-   Más allá de ganar o perder, Menotti encontraba la posibilidad de enfrentar destreza contra destreza. Por eso dejó libre a Deyna, a cambio de la libertad de Bochini.

4-   Le quedaba además, al margen de la especulación previa ¿mucho más terreno para el contragolpe, en caso que los polacos asfixiaran decididamente al equipo contra Gatti.

Y el plan (es evidente que aun estando en desacuerdo con algunas cosas, con algunos detalles, este equipo tiene una verdadera conducción) dio resultado. Vuelvo a repetir que no tanto por haber ganado en sí, sino porque el equipo jugó bien, se plantó en ganador después de pasar airoso los primeros endemoniados quince minutos de Deyna y los suyos y terminó aplaudido, elogiado por toda la prensa polaca y asediado por un público contento, pese a la derrota, porque coincidían en haber visto a un muy buen equipo de fútbol. Si algo falta para dar veracidad a lo dicho, queda la primera pregunta que se le hizo a Menotti en la clásica conferencia de prensa después del partido que brindan los técnicos en Europa: “¿Estos son los mejores jugadores argentinos. . . o todavía quedaron otros más capaces en Buenos Aires?”

Américo Rubén Gallego


Bochini la figura.

Pese a lo mucho que atajó Gatti (la única falla fue el gol porque la pelota, a pesar de caer de golpe en la comba era para él y le erró al manotazo); a pesar de la gran sincronización de toda la defensa (Mario Killer rinde cada vez más, Olguín justificó ampliamente su titularidad, Carrascosa está en su gran nivel de siempre y Tarantini como el de los grandes momentos en Boca); por encima de lo bien que aguantaron el peso del partido Gallego-Trobbiani, Bochini fue la figura. Por celebración, por continuidad (cuando caía físicamente Menotti le inyectó la vitamina Ardiles y volvió rápidamente a su nivel), porque es el que mejor provecho le deja a Menotti en esta gira, en aquel tema tabú que se ha roto y que fijaba que los físicos chicos perderían contra la fuerza de los europeos. Bochini puso los frenos, tocó la pelota, gambeteó, cambió de frente, pasó entre varios y hasta chocó, ganando y perdiendo, pero siempre en la lucha franca con el marcador de turno. Mostró el repertorio completo pero siempre hacia adelante, no volviendo nunca, sin canchereadas.
 Y aquí una reflexión: Scotta sin jugar mal, con habitual olfato, esta vez no estuvo con sus reflejos a punto. A pesar del gol, en pelota bien llevada y mejor terminada, en el primer tiempo malogró tres opciones clarísimas, de esas en las que Scotta no persona. A su movilidad, haciendo la diagonal o cambiando por izquierda (por ahí vino el gol), le faltó dinámica y fuerza, que es lo que Menotti necesita saber de él para conformarse un panorama total sobre su rendimiento. 

Achicar los espacios.

Menotti no se cansa de decir que cuanto más se le achican los espacios a los europeos, terminan por enloquecerse, se repiten, no encuentran el camino y caen en la trampa de los habilidosos que, en este equipo argentino, los hay y de los buenos. Sin metros para manejarse, Polonia se fundió en los primeros quince minutos. Hasta ahí, brillante. Manejado el equipo por un Deyna mal tomado. Porque lo esperaban y pasaba de largo. Porque encaraba, enfrentaba, tocaba y esperaba la devolución o picaba arrastrando gente para dejar el claro al compañero que acompañaba (a los 2’ lo dejaron solo a Szarmach frente a Gatti y tiró desviado). En esa primera parte, pudo Polonia en Chorzow, cerca de Katowice (donde vivió la selección y quienes la acompañamos, esta vez todos juntos) encontrar el camino para convertir, inclusive más de un gol. Pudo Deyna haberle cambiado la historia y la manera a este comentario. Porque con el clásico y conocido esquema del mundo (donde nos ganaron 3-2 en Stuttgart), Polonia puso a Gorgon de líbero, a Szmuda de stopper siguiendo a Luque, a los dos marcadores de punta arrancando siempre, a Deyna manejando el partido desde la mitad de la cancha, a Boniek (un joven y buen luchador), y Cimiklewicz como volante y arriba a nuestro conocido Lato (entró poco en juego y el cambio, ya estaba anunciado, le quitó presencia al equipo en el complemento), Szarmach y Kmiecik (le pega como los dioses) arriba.
 Después de los 15’, cuando se asentó el equipo argentino, el movimiento polaco fue decreciendo, porque se cerraron los caminos y la desesperación trajo un adelantamiento innecesario (Gorski se queja que todos se iban y nadie volvía) que facilitó el contragolpe argentino, generalmente con pelota dominada bien tratada, jugada desde atrás y cuidando el destino que se le iba a dar. Los cambios que dispuso el técnico perjudicaron el funcionamiento del equipo porque ninguno de los ingresados mejoraron la actuación anterior. Por el contrario. Beniger hizo extrañar a Lato; Kupcewicz no tuvo la movilidad de Boniek; Jamas no encima con Szuma y Rudy, mal con la pelota, sobre todo en los centros que intentó y no llegaron a destino (bien en un remate cruzado que obligó a Gatti) le quitó al lateral izquierdo la prestancia en el arranque que le había dado Wawrowsky, tirado sobre la derecha en la segunda parte. 

Leopoldo Luque frente al arco húngaro

Luque (n° 9) yendo al frente del ataque argentino.


 De todas maneras, nada le fue fácil al equipo de Menotti. Un equipo que mostró personalidad, aún en el peor momento cuando Kmiecik (fue gol olímpico porque Gatti asegura no haberla tocado) puso el 0-1 que parecía preanuncio de goleada. Mantuvo su línea, la mejoró inclusive al entrar Ardiles, porque el equipo necesita encuentro y llegada para retomar el control del partido (Trobbiani había trabajado bien pero en contención y Houseman (sensacional Menotti en mantener su idea de cambiar a Scotta a pesar de terminar de hacer el gol porque muestra la personalidad de un técnico en su concepción, sin dejarse llevar por los accidentes propios de un partido de fútbol). . .
El final fue a toda música, inclusive rondó el tercer gol, como para pensar, vale la pena repetirlo, en cada encuentro – aunque nos toque perder de ahora en más – lo mucho que necesita nuestro fútbol este tipo de trabajo. Lo mucho que tenemos que hacer para mantener esta selección, para retener a estos hombres. Pero la historia, siguió en Budapest. . .


El intercambio de camisetas al finalizar el partido.


 Y en Budapest se escribió la tercera y ultima parte de la historia de los test-matchs. Fueron dos triunfos y una derrota en los partidos en los que Menotti, según propias palabras antes de salir de Buenos Aires, entendía podía dejarle más margen, mejores conclusiones de esta gira. Eran, en una palabra, los rivales más fuertes, mejor preparado, por el trámite de los partidos, porque se rompieron algunos mitos, porque a los largo de varios pasajes se jugó muy bien al fútbol, es positivo. Lo dice Menotti, lo reflejan las opiniones de los mismos jugadores, lo entendió así la prensa europea y lo cree este enviado especial que, en su pretensión de encarar partido por partido, buscó la mejor manera que encontró para ir definiendo a esta selección, Menotti tiene como primera medida jugar al fútbol, tratar mejor la pelota, aprender constantemente y trabajar. . .
 Esta vez tocó perder. Y digo tocó perder porque, como bien lo dice Menotti, se jugó dentro de un equilibro de fuerzas y posibilidades en sí. Y si la derrota, que doló, dejó caras tristes, jugadores que se echaban a sí mismos la culpa (Olguín por la pelota que no rechazó en el primer gol, Luque por el que se perdió increíblemente solo, Gatti porque quedó a mitad de camino en el segundo), nos sorprendió, es porque somos así: nos entusiasmamos con los triunfos, nos vamos dando “manija”, y si no llegan estos toques de atención a tiempo, volvemos a creernos los mejores del mundo.
 Hungría mostró el fútbol más inteligente de los tres que hasta ahora vimos, porque le prestaron debida atención a los partidos anteriores y nos enfrentaron con nuestras mismas armas. Menotti, decidió, como tercera experiencia, probar salir a jugar, decididamente, a la ofensiva. Abriendo bien la cancha. Con Scotta por derecha, Luque rotando por el centro y Kempes por izquierda. Con ellos, junto a ellos, Bochini.
Más atrás, Ardiles y Gallego como contención, pero arrancando para acompañar al hombre de Huracán cuando el equipo tenía la pelota. La movilidad de Bochini lo llevó, inclusive, a arrancar mucho más atrás de lo necesario. Pero su contacto permanente con la pelota le dio oportunidades al equipo. Hasta el increíble gol que se perdió Luque, con todo el arco para él (“Esta me pasa sólo a mí. . . Ese gol no se puede perder. . . Me quería ir de la cancha.” Comentaba, pese a los consuelos en el vestuario), el riverplatense, había sido, por presencia, por movilidad, por encuentro con los volantes, el más productivo. Porque Scotta se entregó totalmente, pero mal buscado e, inclusive, buscando muy poco en algunas jugadas que pudieron terminar en remates suyos. Y, además, por supuesto, el puntero no está en su nivel: nervioso, como descontrolado, en alguna medida, por una secuela del partido con Rusia, que en la cancha demuestra no haber podido superar pese al gol contra Polonia (salió sin tiempo casi para festejarlo). Y Kempes volvió al opaco nivel del primero partido, que había superado contra los polacos. Se junta con el resto, trabaja, llega, pero le falta final, precisamente, el mayor déficit del equipo para redondear el buen trabajo de llegada, de todas maneras, hay que tener en cuenta algunos aspectos:
1-   Hungría hizo todo lo que Menotti viene pregonando: achicó, fundamentalmente, espacios para evitar el encuentro de los tocadores, que no pudieron entrar, perdiendo algunas paredes por centímetros; pero siempre, cuando lo lograron, con algún relevo atrás para cortar y reventar la pelota.
2-   Hungría impuso rudeza, por momento excesiva, que si bien no amilanó a ningun jugador (por otro mérito de este equipo) fue aflojando, quitando piernas.
3-   Jugando a atacar, con cuatro hombres llegando y Ardiles cerca, los retrocesos para hacer zona fueron más difíciles y se perdieron los rebotes, quedaron, en varias oportunidades, dos y tres húngaros para encarar el contragolpe, porque también ellos tienen salida rápida.
4-   Sin espacios achicados, como en los partidos anteriores, la línea de cuatro no tuvo consistencia anterior; se perdió en algunas salidas a destiempo de Olguín o Killer y algunos pasos delante de Gatti no fueron todo lo preciso que se necesitaba.

Por encima de estos detalles, más allá de los muchos que pueden quedar en el tintero, quedará otra vez la importancia de la mecánica de ese equipo. Porque aún superado por no poder contener el contragolpe, con ganas de arrinconarse atrás y salir más armado, como contra Polonia, no se perdió la línea que había solicitado Menotti como dato ilustrativo de la agenda que se lleva de este viaje. Cuando entró Trobbiani por Luque, Ardiles fue arriba y el DT buscó tapar un poco más el arranque húngaro. Pero no se pidió acoplamiento defensivo, ni siquiera para defender la posibilidad de acercarse en el resultado. Intentó, sí, suplir con Trobbiani el no estacionamiento de Ardiles para contener, pero se insistió en cuatro arriba, en toques, en búsqueda de paredes para entrar. Queda, sin embargo, para la crítica, dos aspectos que mañana pueden ser vitales para obtener, cuando llegue el caso, resultados:

A)  El equipo necesita media distancia. No siempre se puede tocar y tocas hasta el cansancio sin tirar desde el lugar donde se produzca el claro. Por supuesto, que ahora que no se ganó, no voy a criticar lo que alabé ante Polonia. Pero se hace necesario dar el alerta, porque esta vez, en las veinte paredes del segundo tiempo, pienso que tirando cuatro veces al arco antes de entrar el área, o apenas completada la primera pared, se pudo hacer concretado algún gol. Y cuando no sean partidos para ir sacando conclusiones, eso va a ser para tener en cuenta. En su descargo, o en el del equipo, Menotti dice (los jugadores lo confirmaron) que se hizo difícil por lo que taparon los jugadores húngaros;
B)   Quedó flotando, otra vez, la indefinición técnica sobre Scotta, que no está para el toque, que pica constantemente y no le va en la misma medida la pelota. Que entra y sale, y no logra mostrarse como el goleador que es en San Lorenzo, ni se lo busca en la misma medida que en San Lorenzo, no se mueve el equipo desde atrás hacia adelante para encontrarlo como lo encuentran en su equipo.

Una de las postales de la gira: Tarantini, Bochini y Luque

Sobre la nieve, los jugadores posan con dirigentes y periodistas argentinos.

Menotti, Ardiles, Gallego y Carrascosa al pie de la estatua de Lenin.


De ahora en más, la oportunidad, según lo afirmó Menotti, será para los que no jugaron. Porque también quiere verlos, porque aquí, en Hungría, se fueron los partidos que al técnico le importaban y de ahora en más, de completarse la gira después de Berlín, será para recuperar los altos costos, ya previstos, de este ensayo que nos deja un sabor dulce, esperanzado. Ojalá se pueda seguir trabajando con las ganas y la convicción que lo ha hecho esta delegación, a pesar del frío, de los contratiempos, de las pocas posibilidades que tuvo para entrenarse, de lo mucho que tuvimos que cambiar todos (y nosotros no jugamos) para seguir firmemente el recorrido. 





lunes, 23 de marzo de 2020


LA NOCHE TRISTE.


Entre gritos de gol y de llanto.



Ese martes 23 de marzo de 1976 resultó bastante agitado. Desde horas tempranas, las negociaciones entre el gobierno de Isabel y los militares eran cada vez más tensas. Las tapas de los diarios preveían el final que se avecinaba: “Es inminente el final. Todo está dicho” tituló el vespertino La Razón, “Inminencias de cambios en el país” fue el titular de Clarín, entre otros diarios.
 Por la tarde, cuando los rumores de golpe eran cada vez más firmes, la gente se empezó a juntar en la puerta de la Casa de Gobierno. Sobrepasando los acontecimientos del día, el fútbol también jugaba su papel: esa noche, River recibía a Portuguesa de Venezuela.
A las 21 hs., el silbato del peruano Ortubé dio por comenzado el encuentro. Mientras la pelota rodada por el verde césped del estadio Monumental, del otro de la ciudad, los militares estaban ultimando los detalles para iniciar el operativo del Golpe de Estado.
Llega el primer gol de River: La Pepona Reinaldi. Los millonarios empezaban a encaminarse hacia la clasificación, apenas se escuchaban los gritos desde las tribunas semivacías; era una noche atípica, como si preveía lo que estaba por venir pero sin saber de qué magnitud. Los hinchas estaban expectantes entre el partido y la incertidumbre de lo que ocurría afuera.
Sin embargo, el miedo estaba latente.





En la radio, se transmitía el discurso del “Bisonte” Alende dando su postura frente a la problemática del vacío de Poder en el gobierno de Isabel Perón (“…Y recuerdo que desde una alta tribuna militar, un teniente general sostuvo, no hace mucho, que cada vez que los militares toman el poder en la Argentina, resulta que no solucionan ningún problema y agravan los existentes…”) y reclamaba el pronto llamado a elecciones generales.

Segundo gol de River. Otra vez Reinaldi. Segundo tiempo y faltaban unos 30 minutos para el final del partido; llega el descuento del equipo venezolano, pero ya nada cambiaría el rumbo del partido.



Puertas para fuera del estadio, estaba cambiando el rumbo de un país.
Final en Núñez.
River afianzaba su paso en la Copa Libertadores, tal vez un poco de alegría para los hinchas riverplatenses ante tanta malaria que se vivía.
De esa noche, podemos rescatar una anécdota de José Omar Reinaldi, el goleador de aquella noche, que se reprodujo en la revista El Gráfico, varios años después: “El 24 de marzo de 1976 le ganamos a Portuguesa, de Venezuela, por la Copa Libertadores. Estábamos tan metidos en el partido que recién después, cuando fuimos a  comer a la Costanera con Fillol y Jota Jota nos dimos cuenta que había caído Isabel Perón”.

Apenas minutos antes de la medianoche, Isabel Perón, se despedía de la Casa de Gobierno en helicóptero rumbo Olivos, destino al que nunca llegaría. La nave terminaría desviándose hacia la base militar de Aeroparque donde quedaría detenida.

Sobre Balcarce 50, un pequeño puñado de personas, despedía a la jefa de Estado con grito y vítores, mientras Lorenzo Miguel le decía al periodismo que se quedara tranquilo, que no habría Golpe de Estado.
Mientras tanto, ya se desplegaban las tropas en distintos puntos del país; comenzaban las primeras detenciones y desapariciones. 

Ya nada volvería a ser como antes. . .

Si hay algo que pedimos todos los años y cada 24 de marzo es NUNCA MÁS.