martes, 24 de marzo de 2020

LA SELECCIÓN ARGENTINA Y LA GIRA DE 1976.


A comienzos de marzo de 1976, la Selección Argentina, dirigida por César Luis Menotti, iniciaba una gira por tierras polacas y húngaras.

El sábado 20 se enfrentó a la URSS, partido en el que ganó por 1 a 0 con gol de Mario Kempes. Aquel partido fue recordado por  Hugo Gatti atajando con el gorro de lana y los pantalones largos. Para el miércoles 24 estaba pautado el partido frente a Polonia, pero claro, en los comunicados de la Junta Militar, se indicaba que estaban prohibidos los espectáculos, transmisiones y programas televisivos para dicho día. Sin embargo, la Junta, sostuvo que el partido de la Selección Argentina sería televisado.


Foto que apareció publicada en la Revista Goles.

Vale el recuerdo de René Houseman sobre el momento en que los jugadores recibieron la noticia del Golpe de Estado:
“El recuerdo más fuerte que tengo de la gira del ’76 es la tristeza que teníamos todos los jugadores por lo que estaba sucediendo en el país”.
“Creo que nos enteramos después del partido. La noticia empeoró el ánimo del vestuario y de todos. Si llegó una orden desde Argentina para continuar con la gira, la verdad es que no me enteré”. (Nota Página 12 – 24/03/2006)


 A continuación, brindamos la cobertura, de esos dos partidos, que hizo César Volco para la revista Goles.

Alineación del equipo argentino.


ARGENTINA ASOMBRA A EUROPA.

Aquello que dio resultado en Kiev, esperar, aguantar, defenderse y salir en contragolpe, se dejó de lado en Polonia. Por varios motivos de fundamental importancia para Menotti:
1-   Polonia había visto el partido anterior y el DT pensaba que iba a atacar con todo, en la convicción que ese había sido el camino que más resultado le dio a la URSS.
2-   No podía jugar con cuatro volantes, porque eso presuponía dejar los andariveles de las puntas libres para los arranques de los marcadores laterales. Con Scotta (al que además le daba su oportunidad según comentamos en recuadro aparte), Luque y Kempes conjuraba en parte esa situación y tenía contragolpe.
3-   Más allá de ganar o perder, Menotti encontraba la posibilidad de enfrentar destreza contra destreza. Por eso dejó libre a Deyna, a cambio de la libertad de Bochini.

4-   Le quedaba además, al margen de la especulación previa ¿mucho más terreno para el contragolpe, en caso que los polacos asfixiaran decididamente al equipo contra Gatti.

Y el plan (es evidente que aun estando en desacuerdo con algunas cosas, con algunos detalles, este equipo tiene una verdadera conducción) dio resultado. Vuelvo a repetir que no tanto por haber ganado en sí, sino porque el equipo jugó bien, se plantó en ganador después de pasar airoso los primeros endemoniados quince minutos de Deyna y los suyos y terminó aplaudido, elogiado por toda la prensa polaca y asediado por un público contento, pese a la derrota, porque coincidían en haber visto a un muy buen equipo de fútbol. Si algo falta para dar veracidad a lo dicho, queda la primera pregunta que se le hizo a Menotti en la clásica conferencia de prensa después del partido que brindan los técnicos en Europa: “¿Estos son los mejores jugadores argentinos. . . o todavía quedaron otros más capaces en Buenos Aires?”

Américo Rubén Gallego


Bochini la figura.

Pese a lo mucho que atajó Gatti (la única falla fue el gol porque la pelota, a pesar de caer de golpe en la comba era para él y le erró al manotazo); a pesar de la gran sincronización de toda la defensa (Mario Killer rinde cada vez más, Olguín justificó ampliamente su titularidad, Carrascosa está en su gran nivel de siempre y Tarantini como el de los grandes momentos en Boca); por encima de lo bien que aguantaron el peso del partido Gallego-Trobbiani, Bochini fue la figura. Por celebración, por continuidad (cuando caía físicamente Menotti le inyectó la vitamina Ardiles y volvió rápidamente a su nivel), porque es el que mejor provecho le deja a Menotti en esta gira, en aquel tema tabú que se ha roto y que fijaba que los físicos chicos perderían contra la fuerza de los europeos. Bochini puso los frenos, tocó la pelota, gambeteó, cambió de frente, pasó entre varios y hasta chocó, ganando y perdiendo, pero siempre en la lucha franca con el marcador de turno. Mostró el repertorio completo pero siempre hacia adelante, no volviendo nunca, sin canchereadas.
 Y aquí una reflexión: Scotta sin jugar mal, con habitual olfato, esta vez no estuvo con sus reflejos a punto. A pesar del gol, en pelota bien llevada y mejor terminada, en el primer tiempo malogró tres opciones clarísimas, de esas en las que Scotta no persona. A su movilidad, haciendo la diagonal o cambiando por izquierda (por ahí vino el gol), le faltó dinámica y fuerza, que es lo que Menotti necesita saber de él para conformarse un panorama total sobre su rendimiento. 

Achicar los espacios.

Menotti no se cansa de decir que cuanto más se le achican los espacios a los europeos, terminan por enloquecerse, se repiten, no encuentran el camino y caen en la trampa de los habilidosos que, en este equipo argentino, los hay y de los buenos. Sin metros para manejarse, Polonia se fundió en los primeros quince minutos. Hasta ahí, brillante. Manejado el equipo por un Deyna mal tomado. Porque lo esperaban y pasaba de largo. Porque encaraba, enfrentaba, tocaba y esperaba la devolución o picaba arrastrando gente para dejar el claro al compañero que acompañaba (a los 2’ lo dejaron solo a Szarmach frente a Gatti y tiró desviado). En esa primera parte, pudo Polonia en Chorzow, cerca de Katowice (donde vivió la selección y quienes la acompañamos, esta vez todos juntos) encontrar el camino para convertir, inclusive más de un gol. Pudo Deyna haberle cambiado la historia y la manera a este comentario. Porque con el clásico y conocido esquema del mundo (donde nos ganaron 3-2 en Stuttgart), Polonia puso a Gorgon de líbero, a Szmuda de stopper siguiendo a Luque, a los dos marcadores de punta arrancando siempre, a Deyna manejando el partido desde la mitad de la cancha, a Boniek (un joven y buen luchador), y Cimiklewicz como volante y arriba a nuestro conocido Lato (entró poco en juego y el cambio, ya estaba anunciado, le quitó presencia al equipo en el complemento), Szarmach y Kmiecik (le pega como los dioses) arriba.
 Después de los 15’, cuando se asentó el equipo argentino, el movimiento polaco fue decreciendo, porque se cerraron los caminos y la desesperación trajo un adelantamiento innecesario (Gorski se queja que todos se iban y nadie volvía) que facilitó el contragolpe argentino, generalmente con pelota dominada bien tratada, jugada desde atrás y cuidando el destino que se le iba a dar. Los cambios que dispuso el técnico perjudicaron el funcionamiento del equipo porque ninguno de los ingresados mejoraron la actuación anterior. Por el contrario. Beniger hizo extrañar a Lato; Kupcewicz no tuvo la movilidad de Boniek; Jamas no encima con Szuma y Rudy, mal con la pelota, sobre todo en los centros que intentó y no llegaron a destino (bien en un remate cruzado que obligó a Gatti) le quitó al lateral izquierdo la prestancia en el arranque que le había dado Wawrowsky, tirado sobre la derecha en la segunda parte. 

Leopoldo Luque frente al arco húngaro

Luque (n° 9) yendo al frente del ataque argentino.


 De todas maneras, nada le fue fácil al equipo de Menotti. Un equipo que mostró personalidad, aún en el peor momento cuando Kmiecik (fue gol olímpico porque Gatti asegura no haberla tocado) puso el 0-1 que parecía preanuncio de goleada. Mantuvo su línea, la mejoró inclusive al entrar Ardiles, porque el equipo necesita encuentro y llegada para retomar el control del partido (Trobbiani había trabajado bien pero en contención y Houseman (sensacional Menotti en mantener su idea de cambiar a Scotta a pesar de terminar de hacer el gol porque muestra la personalidad de un técnico en su concepción, sin dejarse llevar por los accidentes propios de un partido de fútbol). . .
El final fue a toda música, inclusive rondó el tercer gol, como para pensar, vale la pena repetirlo, en cada encuentro – aunque nos toque perder de ahora en más – lo mucho que necesita nuestro fútbol este tipo de trabajo. Lo mucho que tenemos que hacer para mantener esta selección, para retener a estos hombres. Pero la historia, siguió en Budapest. . .


El intercambio de camisetas al finalizar el partido.


 Y en Budapest se escribió la tercera y ultima parte de la historia de los test-matchs. Fueron dos triunfos y una derrota en los partidos en los que Menotti, según propias palabras antes de salir de Buenos Aires, entendía podía dejarle más margen, mejores conclusiones de esta gira. Eran, en una palabra, los rivales más fuertes, mejor preparado, por el trámite de los partidos, porque se rompieron algunos mitos, porque a los largo de varios pasajes se jugó muy bien al fútbol, es positivo. Lo dice Menotti, lo reflejan las opiniones de los mismos jugadores, lo entendió así la prensa europea y lo cree este enviado especial que, en su pretensión de encarar partido por partido, buscó la mejor manera que encontró para ir definiendo a esta selección, Menotti tiene como primera medida jugar al fútbol, tratar mejor la pelota, aprender constantemente y trabajar. . .
 Esta vez tocó perder. Y digo tocó perder porque, como bien lo dice Menotti, se jugó dentro de un equilibro de fuerzas y posibilidades en sí. Y si la derrota, que doló, dejó caras tristes, jugadores que se echaban a sí mismos la culpa (Olguín por la pelota que no rechazó en el primer gol, Luque por el que se perdió increíblemente solo, Gatti porque quedó a mitad de camino en el segundo), nos sorprendió, es porque somos así: nos entusiasmamos con los triunfos, nos vamos dando “manija”, y si no llegan estos toques de atención a tiempo, volvemos a creernos los mejores del mundo.
 Hungría mostró el fútbol más inteligente de los tres que hasta ahora vimos, porque le prestaron debida atención a los partidos anteriores y nos enfrentaron con nuestras mismas armas. Menotti, decidió, como tercera experiencia, probar salir a jugar, decididamente, a la ofensiva. Abriendo bien la cancha. Con Scotta por derecha, Luque rotando por el centro y Kempes por izquierda. Con ellos, junto a ellos, Bochini.
Más atrás, Ardiles y Gallego como contención, pero arrancando para acompañar al hombre de Huracán cuando el equipo tenía la pelota. La movilidad de Bochini lo llevó, inclusive, a arrancar mucho más atrás de lo necesario. Pero su contacto permanente con la pelota le dio oportunidades al equipo. Hasta el increíble gol que se perdió Luque, con todo el arco para él (“Esta me pasa sólo a mí. . . Ese gol no se puede perder. . . Me quería ir de la cancha.” Comentaba, pese a los consuelos en el vestuario), el riverplatense, había sido, por presencia, por movilidad, por encuentro con los volantes, el más productivo. Porque Scotta se entregó totalmente, pero mal buscado e, inclusive, buscando muy poco en algunas jugadas que pudieron terminar en remates suyos. Y, además, por supuesto, el puntero no está en su nivel: nervioso, como descontrolado, en alguna medida, por una secuela del partido con Rusia, que en la cancha demuestra no haber podido superar pese al gol contra Polonia (salió sin tiempo casi para festejarlo). Y Kempes volvió al opaco nivel del primero partido, que había superado contra los polacos. Se junta con el resto, trabaja, llega, pero le falta final, precisamente, el mayor déficit del equipo para redondear el buen trabajo de llegada, de todas maneras, hay que tener en cuenta algunos aspectos:
1-   Hungría hizo todo lo que Menotti viene pregonando: achicó, fundamentalmente, espacios para evitar el encuentro de los tocadores, que no pudieron entrar, perdiendo algunas paredes por centímetros; pero siempre, cuando lo lograron, con algún relevo atrás para cortar y reventar la pelota.
2-   Hungría impuso rudeza, por momento excesiva, que si bien no amilanó a ningun jugador (por otro mérito de este equipo) fue aflojando, quitando piernas.
3-   Jugando a atacar, con cuatro hombres llegando y Ardiles cerca, los retrocesos para hacer zona fueron más difíciles y se perdieron los rebotes, quedaron, en varias oportunidades, dos y tres húngaros para encarar el contragolpe, porque también ellos tienen salida rápida.
4-   Sin espacios achicados, como en los partidos anteriores, la línea de cuatro no tuvo consistencia anterior; se perdió en algunas salidas a destiempo de Olguín o Killer y algunos pasos delante de Gatti no fueron todo lo preciso que se necesitaba.

Por encima de estos detalles, más allá de los muchos que pueden quedar en el tintero, quedará otra vez la importancia de la mecánica de ese equipo. Porque aún superado por no poder contener el contragolpe, con ganas de arrinconarse atrás y salir más armado, como contra Polonia, no se perdió la línea que había solicitado Menotti como dato ilustrativo de la agenda que se lleva de este viaje. Cuando entró Trobbiani por Luque, Ardiles fue arriba y el DT buscó tapar un poco más el arranque húngaro. Pero no se pidió acoplamiento defensivo, ni siquiera para defender la posibilidad de acercarse en el resultado. Intentó, sí, suplir con Trobbiani el no estacionamiento de Ardiles para contener, pero se insistió en cuatro arriba, en toques, en búsqueda de paredes para entrar. Queda, sin embargo, para la crítica, dos aspectos que mañana pueden ser vitales para obtener, cuando llegue el caso, resultados:

A)  El equipo necesita media distancia. No siempre se puede tocar y tocas hasta el cansancio sin tirar desde el lugar donde se produzca el claro. Por supuesto, que ahora que no se ganó, no voy a criticar lo que alabé ante Polonia. Pero se hace necesario dar el alerta, porque esta vez, en las veinte paredes del segundo tiempo, pienso que tirando cuatro veces al arco antes de entrar el área, o apenas completada la primera pared, se pudo hacer concretado algún gol. Y cuando no sean partidos para ir sacando conclusiones, eso va a ser para tener en cuenta. En su descargo, o en el del equipo, Menotti dice (los jugadores lo confirmaron) que se hizo difícil por lo que taparon los jugadores húngaros;
B)   Quedó flotando, otra vez, la indefinición técnica sobre Scotta, que no está para el toque, que pica constantemente y no le va en la misma medida la pelota. Que entra y sale, y no logra mostrarse como el goleador que es en San Lorenzo, ni se lo busca en la misma medida que en San Lorenzo, no se mueve el equipo desde atrás hacia adelante para encontrarlo como lo encuentran en su equipo.

Una de las postales de la gira: Tarantini, Bochini y Luque

Sobre la nieve, los jugadores posan con dirigentes y periodistas argentinos.

Menotti, Ardiles, Gallego y Carrascosa al pie de la estatua de Lenin.


De ahora en más, la oportunidad, según lo afirmó Menotti, será para los que no jugaron. Porque también quiere verlos, porque aquí, en Hungría, se fueron los partidos que al técnico le importaban y de ahora en más, de completarse la gira después de Berlín, será para recuperar los altos costos, ya previstos, de este ensayo que nos deja un sabor dulce, esperanzado. Ojalá se pueda seguir trabajando con las ganas y la convicción que lo ha hecho esta delegación, a pesar del frío, de los contratiempos, de las pocas posibilidades que tuvo para entrenarse, de lo mucho que tuvimos que cambiar todos (y nosotros no jugamos) para seguir firmemente el recorrido. 





lunes, 23 de marzo de 2020


LA NOCHE TRISTE.


Entre gritos de gol y de llanto.



Ese martes 23 de marzo de 1976 resultó bastante agitado. Desde horas tempranas, las negociaciones entre el gobierno de Isabel y los militares eran cada vez más tensas. Las tapas de los diarios preveían el final que se avecinaba: “Es inminente el final. Todo está dicho” tituló el vespertino La Razón, “Inminencias de cambios en el país” fue el titular de Clarín, entre otros diarios.
 Por la tarde, cuando los rumores de golpe eran cada vez más firmes, la gente se empezó a juntar en la puerta de la Casa de Gobierno. Sobrepasando los acontecimientos del día, el fútbol también jugaba su papel: esa noche, River recibía a Portuguesa de Venezuela.
A las 21 hs., el silbato del peruano Ortubé dio por comenzado el encuentro. Mientras la pelota rodada por el verde césped del estadio Monumental, del otro de la ciudad, los militares estaban ultimando los detalles para iniciar el operativo del Golpe de Estado.
Llega el primer gol de River: La Pepona Reinaldi. Los millonarios empezaban a encaminarse hacia la clasificación, apenas se escuchaban los gritos desde las tribunas semivacías; era una noche atípica, como si preveía lo que estaba por venir pero sin saber de qué magnitud. Los hinchas estaban expectantes entre el partido y la incertidumbre de lo que ocurría afuera.
Sin embargo, el miedo estaba latente.





En la radio, se transmitía el discurso del “Bisonte” Alende dando su postura frente a la problemática del vacío de Poder en el gobierno de Isabel Perón (“…Y recuerdo que desde una alta tribuna militar, un teniente general sostuvo, no hace mucho, que cada vez que los militares toman el poder en la Argentina, resulta que no solucionan ningún problema y agravan los existentes…”) y reclamaba el pronto llamado a elecciones generales.

Segundo gol de River. Otra vez Reinaldi. Segundo tiempo y faltaban unos 30 minutos para el final del partido; llega el descuento del equipo venezolano, pero ya nada cambiaría el rumbo del partido.



Puertas para fuera del estadio, estaba cambiando el rumbo de un país.
Final en Núñez.
River afianzaba su paso en la Copa Libertadores, tal vez un poco de alegría para los hinchas riverplatenses ante tanta malaria que se vivía.
De esa noche, podemos rescatar una anécdota de José Omar Reinaldi, el goleador de aquella noche, que se reprodujo en la revista El Gráfico, varios años después: “El 24 de marzo de 1976 le ganamos a Portuguesa, de Venezuela, por la Copa Libertadores. Estábamos tan metidos en el partido que recién después, cuando fuimos a  comer a la Costanera con Fillol y Jota Jota nos dimos cuenta que había caído Isabel Perón”.

Apenas minutos antes de la medianoche, Isabel Perón, se despedía de la Casa de Gobierno en helicóptero rumbo Olivos, destino al que nunca llegaría. La nave terminaría desviándose hacia la base militar de Aeroparque donde quedaría detenida.

Sobre Balcarce 50, un pequeño puñado de personas, despedía a la jefa de Estado con grito y vítores, mientras Lorenzo Miguel le decía al periodismo que se quedara tranquilo, que no habría Golpe de Estado.
Mientras tanto, ya se desplegaban las tropas en distintos puntos del país; comenzaban las primeras detenciones y desapariciones. 

Ya nada volvería a ser como antes. . .

Si hay algo que pedimos todos los años y cada 24 de marzo es NUNCA MÁS.